lunes, 21 de diciembre de 2015

Gráficos: las elecciones generales en La Rioja (1977-2015)

(1) Evolución de la participación en las elecciones generales

Tras el artículo preelectoral que publiqué sobre los resultados de las elecciones generales en La Rioja a lo largo de la historia, llega el momento de ampliar el análisis con lo ocurrido ayer, 20 de diciembre, en nuestra comunidad autónoma. Podéis consultar los resultados detallados aquí.

En primer lugar querría hablar de la participación. El gráfico 1 muestra su evolución a lo largo de la historia, con las características ya comentadas de que la participación ha sido siempre mayor en La Rioja, pero además la tendencia coincide con la nacional. En esta ocasión, un 76.65 % de los riojanos acudió a las urnas, una cifra intermedia: ha sido más alta en seis ocasiones y más baja en cinco.

(2) Porcentaje de voto al Congreso de los Diputados en La Rioja

En 2015, junto al cambio histórico en el sistema de partidos español, el reflejo en La Rioja ha sido claro. El PP ha ganado nuevamente las elecciones, pero con su peor resultado (38.35 %) desde 1979, cuando era AP, perdiendo casi un tercio de sus votos. La situación no es mejor para el PSOE (23.71), que ha tenido el peor porcentaje de voto de su historia, por debajo de 1977. De esto se han beneficiado, como era de esperar, Podemos y Ciudadanos, en una estrecha pugna por la tercera plaza (clave) que se ha decidido en favor del primero por solo 1200 votos: Podemos ha tenido un 15.82 % y Ciudadanos un 15.13. Izquierda Unida ha perdido apoyos respecto a 2011, aunque apenas cuatro décimas y 600 votos. UPyD, por su parte, aparece desfondada tras pasar de la tercera a la séptima posición y perder al 87 % de sus votantes.

Se ha dado también una circunstancia curiosa que muestra cómo de pluripartidista va a ser el nuevo ciclo electoral: hasta ahora, ningún partido se había colocado en la horquilla entre el 15 y el 25 % de los votos, y en 2015 hay tres. Lo mismo ocurre a escala nacional entre el 11 y el 25 %.

(3) Diputados electos por partido

Por último, el gráfico 3 muestra el número de diputados conseguidos por cada partido. Han entrado en el Congreso de los Diputados Emilio del Río (PP), Concha Bravo (PP),  César Luena (PSOE) y Sara Carreño (Podemos). El PP ha perdido uno de sus tres diputados, obteniendo dos por octava vez. Sin embargo, este no ha ido a parar al PSOE, como había ocurrido en otras ocasiones, sino a Podemos. Por segunda vez (la primera y única hasta ahora fue en 1977 con UCD, PSOE y AP), La Rioja tendrá tres partidos con representación en el Congreso.

martes, 15 de diciembre de 2015

Hoy hablamos de encuestas: desmontando los «argumentos» del PSOE



El PSOE publicó este domingo un vídeo de «explicación de cómo funcionan las encuestas». Hace unos días publiqué este artículo en el que explicaba, en formato de preguntas y respuestas, cómo se hace una encuestas y sus conceptos fundamentales. Aprovechando que ya no pueden publicarse nuevos sondeos electorales (dentro del territorio nacional), quería aprovechar para desmontar los «argumentos» del partido socialista.

  • «Hubo encuestas que aseguraban que el PSC no superaría los ocho diputados». No he encontrado ni una sola de esas «encuestas» en el año anterior a las elecciones catalanas, pero el hecho es que el promedio de encuestas de Kiko Llaneras en El Español daba 14 escaños al partido, con una horquilla de entre 11 y 17.
  • No cuestiono los ejemplos en los que el PSOE quedó por encima de lo estimado en Extremadura y Comunidad de Madrid, pero quiero aportar un par de casos de las municipales. En Madrid, el promedio de encuestas daba al PSOE un 18.7 %; sacó un 15.3. En Barcelona, los sondeos le daban un 12 %; sacó un 9.6.
  • «Oh, sorpresa, el PSOE gana en respuestas directas». La gran sorpresa para el PSOE es que la tan criticada cocina hace mejores estimaciones electorales que la intención directa de voto (IDV). Esto se demostró, por ejemplo, en las elecciones andaluzas: la IDV del PSOE era del 28 %, la estimación le dio un 34.7 % y sacó un 35.4 %. O sea: quedó incluso por debajo de su IDV.
  • «Tras estas encuestas, han llegado muchas más de la derecha mediática que apuntan en una misma dirección: [...] el PSOE cae y se iguala con los otros partidos». Entre esta «caverna mediática» supongo que incluyen, por ejemplo, a Público, que indica que Ciudadanos supera en 1.5 puntos al PSOE y Podemos queda a solo seis décimas. O a La Sexta, que indica un empate entre Ciudadanos y PSOE, con Podemos al alza.
  • «El único que puede ganar [al PP], el PSOE». Esta afirmación podría ser dos cosas: propaganda o un información basada en encuestas. En el primer caso, lo mismo podrían afirmar Podemos o Ciudadanos. En el segundo caso sería una paradoja, pues tras levantar sospechas durante todo el vídeo, ahora dan confianza a los sondeos. Pero incluso en ese caso, el promedio de encuestas de Kiko Llaneras concluye que ningún partido podría ganar al PP, puesto que la distancia entre el primer y segundo partido es de 6.5 puntos. Técnicamente, cualquier partido podría ganar si aglutinara masivamente votos de la oposición durante estos últimas, aunque no parece que vaya a ocurrir.
Las encuestas no se hacen para infravalorar al PSOE; unas veces sucede así, otras lo sobrevaloran y otras aciertan. Ocurre con todos los partidos. Lo que mejor hace una encuesta de opinión pública es seguir tendencias de voto a través de series temporales. Los barómetros nos permiten comparar grandes grupos y apreciar cuándo hay diferencias estadísticamente significativas. Además sirven para estimar datos; es lo que más les pedimos pero es lo que peor hacen. El escenario actual es tan volátil, con un alto número de indecisos y disparidad en los resultados presentados por las empresas demoscópicas, que se hace muy complicado acertar con la foto exacta que tendremos dentro de unos días. No obstante, es importante atender a las tendencias: ahí puede estar la clave en estos días que pasaremos «a ciegas» de encuestas.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Las elecciones generales en La Rioja en tres gráficos (1977-2011)

1. Evolución del porcentaje de voto al Congreso de los Diputados en La Rioja

Faltan tan solo seis días para las elecciones generales, por lo que he aprovechado para hacer un análisis rápido de lo que ha sucedido en el pasado en nuestra comunidad autónoma. En gráfico 1 muestra el porcentaje de voto a los seis principales partidos de ámbito nacional que han existido desde el fin de la dictadura. No incluye, por tanto, al Partido Riojano o a otras candidaturas, cuyo peso ha sido importante en algunos momentos (en las primeras elecciones generales, por ejemplo, obtuvieron un 15.1 % de los votos).

Puede apreciarse que, más allá de los resultados concretos, las tendencias son casi las mismas que se fueron produciendo en el ámbito nacional: desplome de UCD y despegue de PSOE y AP en 1982, crecimiento del PP entre 1989 y 2000, pico de CDS en 1986 y de IU en 1996, caída del PSOE en favor de los demás partidos en 2011... De todas formas, la particularidad de La Rioja es clara: la victoria ininterrumpida del PP desde 1989, tras dos legislaturas de UCD y otras dos del PSOE. De hecho, desde 1993 (seis elecciones), la distancia mínima que ha habido entre PP-PSOE ha sido de seis puntos, durante los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero. La primera posición de PP no ha peligrado en ningún momento.

2. Diputados electos por partido

Fijándonos en el número de escaños, que en términos prácticos es lo que importa, solo tres partidos han conseguido representación por La Rioja. UCD consiguió dos en 1977, la única ocasión (hasta ahora) en que tres partidos han tenido diputados. Mejoraría su resultado quitándole un escaño a AP en 1979, para desaparecer la legislatura siguiente. Desde entonces, el resultado dominante ha sido un empate a dos entre AP/PP y PSOE, independientemente de quién quedara primero. Eso solo se ha roto en dos ocasiones: en las mayorías absolutas conseguidas por el PP en 2000 y 2011, cuando este partido copó tres de los cuatro escaños que se reparten en nuestra provincia, a costa del PSOE.

3. Evolución de la participación
El tercer gráfico muestra la evolución de la participación, que como sabréis incluye el voto nulo y el blanco. He dibujado también la del conjunto de España para mostrar dos fenómenos que se cumplen en todos los casos: que las tendencias coinciden y que la participación es mayor en La Rioja.

Ahora solo queda preguntarse: ¿Y en 2015, qué? Según todas las encuestas, como las del CISNC Report o Sigma Dos, se repetirá el resultado de 1977: 2-1-1. El PP seguiría siendo el partido más votado y conseguiría dos diputados (aunque podría tener su peor resultado en votos desde 1979), seguido de PSOE y Ciudadanos con uno cada uno. No obstante, solo las urnas podrán dictaminar si este resultado se cumple, en qué orden quedarán PSOE y Ciudadanos, si Podemos crece lo suficiente como para lograr un escaño... El domingo por la noche saldremos de dudas.

viernes, 11 de diciembre de 2015

José Ignacio Gautier: «He aprendido el valor de la confianza y que, en un entorno como este, hay que saber decir que sí»

José Ignacio Gautier, Tacho, junto a José Luis Rodríguez Zapatero en junio de 2015


José Ignacio Gautier (Burgos, 1951), Tacho, es director del CMU «Chaminade» desde 1977. Accedió al cargo y comenzó a vivir en el colegio mayor en plena transición a la democracia, con mujer, hijo y una juventud que, según cuenta, jugó a su favor. Esperaba durar tres años y todavía sigue, aunque se jubilará a finales del próximo curso. Durante la entrevista recuerda con viveza el ambiente que se respiraba en sus comienzos como director, los principales cambios que ha tenido el colegio, su relación con los colegiales... la historia de un cargo íntimamente ligado a su vida personal.



Cuéntame cuándo llegas al Colegio Mayor «Chaminade».

Llego en septiembre de 1977. Este edificio estaba pensado para que lo ocuparan religiosos y estudiantes; por tanto, no tenía, como tienen otros colegios mayores, la vivienda de dirección. La tienen muchos, sobre todo los adscritos a ministerios y organismos oficiales. El primer problema que tuve al llegar era que no tenía vivienda, y yo tenía que venir a vivir aquí sí o sí. «¿Hay que vivir o no hay que vivir? Sí, hay que vivir porque además el hecho de que tú tengas familia y tengas un hijo es bueno para el colegio».

¿Y dónde vivimos? Deprisa y corriendo, viendo las zonas del colegio, vimos que en una planta había una habitación que tenía un baño y al lado había una especie de seminario que estaba vacío, y eso se repetía en cuatro aulas del colegio. Lo que hicimos fue una obra: en esa aula parcelamos, en una especie de vestibulillo que había en esa zona metimos una cocinita, y allí nos metimos a vivir, mi mujer, mi hijo y yo. Una cosa parecida se hizo con mis dos compañeros, solo que ellos compartían una zona similar a la mía, con un saloncito y dos dormitorios, lo que fuimos transformando con el tiempo.

Uno de los problemas iniciales que tuvimos fue ese, porque además a muchos colegiales, que estaban en una época muy beligerante, autogestionaria y peleona, les pareció muy mal que llegáramos ahí, como ellos decían en notas en la cartelera, «a hacer unos chalets intracolegiales ocupando espacios…». La entrada fue complicada.


¿Por qué te contratan como director el Chaminade?

Se produjo una situación en la que a los marianistas, que habían creado un colegio bastante abierto, muy participativo y con mucha capacidad para los colegiales de participar en las actividades, ya bastante asambleario aunque no como ahora, se les fue aquello de las manos. Lo que yo percibí es que el equipo de dirección se había roto. Había algunos miembros de la dirección que se habían convertido casi en colegiales y actuaban contra otros. Para mí era una cosa difusa, pero algo de eso estaba pasando. Además, los colegiales estaban haciendo constantemente peticiones al equipo provincial de los marianistas, quejándose de la dirección, de forma muy insistente, y llegó un momento que esa dirección, no sé si ellos voluntariamente o por la propia institución, decidió que no iba a continuar.

Cuando quisieron encontrar un relevo, no lo encontraron, y se toparon con una crisis. Esta dirección se iba a ir, no había nadie para hacerse cargo de esa situación, que estaba muy revuelta. En un gabinete de crisis que tuvieron los marianistas, participó un marianista que, unos años antes, se había hecho cargo en el colegio mayor Pío XII, que dependía de la Iglesia, se había encargado de dos de las plantas (en nombre de los marianistas), repartidas entre órdenes religiosas. Un marianista que había estado en la gestión de esto era José Antonio Romeo [quien da nombre a la cátedra de teología de la fundación, que este curso celebra su XXXV edición], que fue uno de los que participó en aquellas reuniones.

Él propuso como alternativa quedarse como presidente del patronato y que le dejaran las manos libres para nombrar a un equipo de gente joven, que se fueran todos los religiosos que quedaban aquí, que ya no eran muchos, separar mucho el tema Iglesia-colegio, que aunque se mantendría una cierta función pastoral, eso sería independiente de la vida del colegio, de la que él se encargaría, y nombrar a un equipo joven y seglar. Me llamó porque yo había sido alumno suyo en el bachillerato.


Entonces, cuando entras, ¿ya no había religiosos aquí en el colegio?

No, no había. Quedaba solamente en el equipo de la administración del colegio una persona que había sido religiosa aunque se había salido, pero como te digo estaba contratado y ya no era religioso. La dirección se fue, algunos marianistas jóvenes que todavía estaban aquí (que yo recuerde solo uno) se fueron. En esos años, religiosos quedaban muy pocos aquí, como estudiantes, que había habido muchos. Bueno, cuando digo muchos, dice, no lo sé muy bien, que en el momento en que más hubo, que fue al principio, no llegaban a cuarenta. Eso va disminuyendo poco a poco y cuando yo llego al colegio llevaba ya once años y no quedaban.


De esos años anteriores a que tú llegaras, ¿puedes contarme algo? Porque claro, tú llegas con el colegio bien iniciado.

Fue un colegio que nace del impulso del Concilio Vaticano II, de apertura de la Iglesia a la sociedad. En ese momento hubo apertura hacia la universidad. En esos momentos, en los años sesenta, se construyen aquí la mayoría de los colegios de órdenes religiosas; no son solo los marianistas, sino los jesuitas, los claretianos, los agustinos… Se plantean tener una función universitaria, y no solo en la enseñanza media, que era lo que hacían habitualmente, particularmente los marianistas. De hecho, fundan este colegio y es la única obra universitaria que tienen. Eso también tiene que ver con lo que luego ocurrió, cuando ellos deciden retirarse; entienden que esta no era su actividad esencial, y cuando tuvieron crisis lo dejaron.

Durante esos años entran con mucho entusiasmo. Crean un colegio muy abierto, como era su carisma como docentes. En general, los colegios de enseñanza media marianista (yo los recuerdos porque yo estudié en ellos), comparado con los de otras órdenes religiosas, eran más abiertos. Así lo recuerdo en el colegio Santa María del Pilar en el que estudié.

Entra toda una serie de marianistas jóvenes que participan también de ese entusiasmo de la juventud de la época. Todo eso es lo que va creando, en unos años que son los del final del franquismo, mucha actividad estudiantil en la que los marianistas jóvenes forman parte de ella y generan un colegio que ya tenía fama de ser un colegio abierto, y si quieres incluso entrecomilladamente de «rojo», como se decía en aquella época.

Hubo bastantes cambios de dirección en aquellos años, como era habitual en las órdenes religiosas. Lo normal era que en una orden religiosa las direcciones no perduraran. ¿Por qué cambiaban? Pues no sé si era fruto de su propia estrategia interna de que un director en un centro no estuviera más de equis años… El caso es que, cuando yo llego, me encuentro con que ha habido tres direcciones anteriormente, y la última es la que hace crisis. De hecho, cuando yo llego pienso que duraría otros tres años.


Casi aciertas [risas].

Bueno, pero hablando de lo anterior, cosas curiosas que ocurrieron… Que fue mixto durante un breve periodo de tiempo, porque ya era un colegio bastante abierto. Se hizo mixto controladamente, se mantenía como colegio masculino a nivel formal, pero se pidió permiso y se dio para que hubiera aquí unas chicas. De hecho hubo algunos matrimonios de jóvenes estudiantes. Fueron dos años solo, creo que llegó a haber dieciséis chicas en el momento que más. Pero no todo el mundo lo veía muy claro, y uno de los directores de aquella época forzó a eliminarlo diciendo que esto, si queríamos que fuera mixto, tenía que ser mixto. Y para que fuera mixto, había que convertirlo en colegio mixto. Claro, como convertirlo en colegio mixto era complicado, porque en esos años no era fácil que te dieran el permiso, justificando que no iban a recibir el permiso, aquella experiencia se cortó. Yo creo que esto fue en los años setenta y pocos.


Me estabas hablando antes de un movimiento asambleario dentro del colegio, de mucha renovación en lo religioso… Cuando tú llegas aquí son los años de la transición. ¿Qué ambiente se vivía entonces en relación con lo político, con lo que estaba pasando en Madrid?

Estaba el San Juan Evangelista, el famoso Johnny [la entrevista se grabó en la misma mañana del desalojo de sus okupas]. Ese colegio era más activo en lo político que este, porque no dejaba de ser un colegio de religiosos, mientras que el San Juan Evangelista era un colegio laico.

Yo recuerdo que cuando llegué, este colegio participaba mucho de lo que yo había vivido como universitario un poquito antes. Los planteamientos reivindicativos, liderados por la gente de izquierdas, representaban lo que era el deber ser de la vida universitaria. Aquí estaba ese tipo de grupos de personas muy politizadas, y luego estaba lo que se llamaba la «derecha hotelera», que era ese grupo amplio de estudiantes que estaban disfrutando de lo que había, sin involucrarse pero aceptando que el protagonismo pertenecía a los otros. Había muchos estudiantes que estaban ahí como observando a ver qué pasaba, y aceptando el liderazgo de la gente de izquierdas que estaba politizada. Esa gente, de izquierdas y más politizada, llevaba el protagonismo de la vida. Es verdad que luego el nivel de actividad que había no era tanto; yo siempre he dicho que en años posteriores ha habido mucha más actividad en el colegio, pero lo que se hacía en aquellas épocas tenía más relevancia.

Mientras que otros colegios eso estaba más contenido por la dirección (por miedo al momento, por ideología), aquí… pues lo que eran los marianistas, esa especie de dejar hacer. No era el tema político el que más conflictos les creaba a los marianistas, porque tenía la sensación de que eso había que hacerlo, de que ese tipo de libertades había que darlas. El problema lo tenían más los marianistas con las libertades de tipo personal: que el colegio estuviera abierto toda la noche, que las chicas subieran a las habitaciones… Eso les creaba más nervios que lo político. Ellos cuentan con una cierta satisfacción cómo se dieron libertades en el colegio para hacer cosas, lo siguen contando con orgullo.
Ese era el ambiente de la universidad de entonces, que aquí estaba muy enraizado. En otros colegios no tanto, pero aquí me encontré al grupo de los ácratas, muy organizados. Cuando yo llego, ellos tienen la sensación de que han ganado una batalla, los estudiantes entendían que habían conseguido que, ante sus demandas, la respuesta de los marianistas era quitar a la dirección. Yo entro en ese momento en el que hay todo un planteamiento autogestionario, de entender que el colegio lo tenían que gestionar los estudiantes y que la dirección esta que había venido iba a durar poco.


¿Autogestionario en qué sentido, hasta dónde llegaba?

Parece un poco chocante ahora, porque dices: «Eso es imposible», pero había gente que lo planteaba. Autogestionario era autogestionario, es decir: que la dirección sobraba, que se fuera, que no hacía falta. Esta era la utopía que ellos tenían. Ante eso, lo que yo planteaba es que no me iba a ir, así de sencillo, con la idea de que me habían nombrado para responsabilizarme de lo que aquí ocurría y es lo que iba a hacer. Hay un aspecto del tema, que es todo lo económico y de gestión de personal, que no lo podían llevar ellos, que venían y se iban. Este era el planteamiento, pero ellos seguían a lo suyo y tuvimos asambleas. Se planteaban: «¿Pero nosotros podemos hablar de esto?». Sí, podían hablarlo, y eso dio lugar a muchísimas asambleas que culminaron, en una primera fase, con una asamblea en la que se votó si el colegio iba a ser un modelo autogestionario o cogestionario.

Y puedes decir: ¿qué papel jugaba la dirección, mis compañeros y yo, en todo este tema? Estar en las asambleas, porque curiosamente lo que sí que aceptaban los colegiales, quizá porque era la tradición que arrastraban, era que quien presidía las asambleas era yo. Ahí se hablaba de todo, se votaba todo. Yo ya había planteado claramente que no me iba a ir de allí, votaran lo que votaran, pero estaba en una posición de incertidumbre. Se votó, y recuerdo que fue muy pronto, nada más llegar; si yo llego en septiembre, a mediados de diciembre, después de muchas reuniones y muchas asambleas, en la que se votó o el modelo autogestionario o el cogestionario, y ganó el cogestionario. A partir de ese momento, los de la autogestión entran en una fase en la que se sienten un poco derrotados. De hecho, llegaron a sacar notas en la cartelera colegial diciendo: «Hemos perdido, pero a pesar de todo…».

Fueron años bastante duros para mí, aunque yo lo vivía con cierta sensación de excitación. Vivía todo aquello con una sensación de mucha vitalidad, mucha energía. Sabía que aquello no iba a acabar en una autogestión; de lo que se trataba era de que los colegiales no generaran contra mí una actitud agresiva de tipo personal. Más o menos eso lo conseguí, creo, porque el caso es que pasados dos años ese tema se resolvió.

Fue duro porque yo, por alargarme un poco, en todo este proceso qué hice. Yo actuaba como si fuera un colegial más. Por ejemplo, los colegiales por turnos barrían las plantas; Formaba parte de ese proceso pero no porque yo quisiera limpiar, sino porque cuando ellos hacían las listas, cuando llegaban a la planta tercera, habitación tal, pues me metían, y yo limpiaba.

Cosas de estas tenían una cierta normalidad, en la vida cotidiana, unido a un proceso cogestionario en el que se entró. A mí me parecía bien, visto lo visto, que fueran los colegiales quienes organizaran las normas de régimen interno del colegio. ¿Por qué aquello no me había dado ningún temor? Porque ya me había dado cuenta de que el conflicto tenía mucho que ver con las libertades personales, y como a mí eso no me parecía ningún problema, cuando me di cuenta de que ese era el quid de la cuestión, pensé que pocas normas raras se les iban a ocurrir hacer. Ahí es cuando queda permitido en el colegio el libre movimiento de personas, de horarios…

En ese proceso, que fue muy largo, de organizar la Guía colegial, me di cuenta de que ellos tomaban actitudes muy serias y muy responsables, porque empezaban a organizar en cosas que a mí, desde fuera, me hubiera costado más imponer. No hacía falta, porque ellos mismos lo hacían. «Los periódicos: es intolerable que la gente se los lleve [de la sala de periódicos]»: normas prohibiendo que la gente se lleve los periódicos. «Oye, pero es que las habitaciones, si la gente molesta a los demás, no puede ser»: prohibición de hacer ruido en las habitaciones. En ese proceso yo iba viendo y decía: bien, vosotros mismos [risas]. La cuestión es que se fuera disolviendo toda esa situación con la que yo entré. No fue tan fácil, porque seguía habiendo colegiales que pensaban que esta era su casa, que ellos podían hacer lo que quisieran.

La cosa quizá culmina, recuerdo, al final de mi segundo año, cuando nosotros estamos con ese proceso que los colegiales tenían en la cabeza de que al final del año venía la renovación de plaza. Algunos colegiales temían, porque sabían en el colegio estaban pasando cosas, que nosotros en el proceso de renovación de plaza igual echábamos a alguien colegio. Entonces nos pidieron que hiciéramos una comisión de renovación de plazas, cuando nosotros no habíamos pensado en no renovar a nadie. Esta comisión se organizó, se votó, se formó y empezó a reunirse con nosotros. Dijimos que había un problema porque un chaval tenía llaves del comedor y entraba; se la habíamos pedido y no nos la quería dar, teníamos un problema con él. Fueron a hablar con él y decía que no las devolvía, y esto no podía ser. Empezaron a hacer una lista, los colegiales de la comisión, de posibles personas a no renovar la plaza. Los colegiales se enteraron y dijeron: «¡Pero esto qué es! ¿La comisión haciendo una lista?». Crearon tal presión sobre ellos que dimitieron todos. Nosotros nos encontramos con la lista en la mano. Finalmente decidimos, y ese fue el momento crítico, no renovar la plaza a ocho colegiales. Fue un momento en el que nos planteamos que, si lo hacíamos mal… Pero lo hicimos: enviamos una carta y no se les renovó la plaza, porque era gente vinculada a situaciones de estas que no… Cuando empezó el curso siguiente, yo pensaba: como los colegiales mayoritariamente entiendan que esto es una cacicada injusta, la hemos cagado, porque vamos a perder las complicidades que estábamos generando, y eso va a joder el colegio. Pero no, empezó el curso, la gente lo entendió; de alguna forma entendía que estos tíos [los no renovados] eran un poco la leche… No dejaba de ser una lista que había creado una comisión de colegiales en el fondo.

A partir de ese momento, que es cuando comienza el tercer año, es cuando ya entramos en un proceso en el que la autoridad de la dirección estaba ya asentada, porque hasta entonces estaba en cuestión.


¿Qué papel tenía tu familia en todo esto, cómo vivieron el colegio desde dentro?

Para mí fue importantísimo. Creo que inconscientemente, luego lo he pensado y esto es importante. Yo llego con 26 años y tampoco tengo mucha experiencia personal, pero estoy casado, tengo un hijo, ya he trabajado, he tenido mi vida personal, que aunque para mí no era tanto, para los colegiales probablemente sí. Ven que llega alguien algo mayor que ellos y que tiene una familia. Además, mi mujer es y era una mujer de estas que… a mí me mejoraba [risas] por decirlo así, me daba un cierto prestigio yo creo. No era mojigata, era una mujer muy moderna. Yo no me daba cuenta en aquel momento, pero luego sí, porque una de las cosas que noté enseguida es que mi pareja generaba un cierto atractivo entre los colegiales, hasta el punto de que había una necesidad de saber y de preguntar. Como mi mujer en ese sentido era muy abierta, y yo también, teníamos muchas reuniones en casa con colegiales que, fruto de lo que sea, se había producido un encuentro, un contacto… no al principio, pero sí ya el segundo año. Era muy frecuente que un viernes por la noche estuviera yo en casa con un grupo de colegiales y sus novias. Todo esto generaba mucha complicidad. Para mí fue un apoyo muy grande.

Por otro lado, tanto para mi mujer como para mis hijos cuando fueron creciendo, fue una situación bastante difícil porque esto no dejaba de ser como un cuartel, donde mi mujer era la única que vivía aquí, y además no vivíamos en una zona independiente, sino en la tercera planta. Tenía que coger el ascensor de los colegiales, a veces salíamos por la noche y llegábamos tarde, o ella salía sola con unas amigas y llegaba tarde… Era una situación de vigilancia, y estamos hablando de alguien que tenía veintipocos años. Entonces, el coste para mi mujer y para mis hijos ha sido grande, y en ese sentido me han apoyado mucho, a nivel de imagen también.


¿En qué momento salís del colegio y os compráis un piso?

Empiezo a comprarme un piso que por razones personales mi padre, que estaba metido en él, tuvo que dejar. Me hago cargo de él y estuvimos poco a poco pagándolo, ocupándolo muy poco porque nosotros vivimos en el colegio como nuestra residencia habitual durante catorce años. A mis hijos iban al colegio en Majadahonda, que es donde teníamos la casa, les llevaba y les traía todos los días desde aquí. Pero ocurrió que cuando mi hijo pasó al BUP y mi hija seguía en el colegio, los horarios cambiaron: uno entraba a las 8 y otro a los 9, y eso creaba una distorsión. Es cuando decidimos irnos a Majadahonda, pero los fines de semana nos veníamos. Durante un tiempo estuvimos así, hasta que ya poco a poco no.


Y ahora, ¿qué presencia sigues manteniendo en el colegio?

Yo he vivido catorce años en el colegio. Mis dos compañeros anteriores, mientras estuvieron en el colegio, vivieron siempre aquí. Conseguí organizarme para vivir fuera porque el colegio de mis hijos lo tenía al lado, pero mis dos compañeros no, porque llevaron a sus hijos a colegios de por aquí, y mantuvieron su vivienda hasta que dejaron de estar en el colegio. Cuando entran Juan y Sergio [los actuales subdirectores], estamos en una fase en que aquí estamos viviendo poco todos. Y ocurrió una cosa: mientras en los primeros años vivir aquí era casi como necesario por cómo funcionaba el colegio, y además nosotros no teníamos «cogido» el colegio entre las manos. Con el tiempo, poco a poco, conseguimos que no fuera necesario que nosotros estuviéramos, cuando digo viviendo, digo durmiendo fundamentalmente. Ahora nos vamos organizando con las guardias, pero hay muchas noches que aquí no duerme nadie, y hemos conseguido que no pase nada. Eso es lo que ha permitido también nuestra permanencia largo tiempo en el colegio, porque con las condiciones de vivienda que tenemos aquí, pensar que pueda haber una dirección viviendo eternamente en el colegio es imposible.
Ahora, quizá, con el colegio mixto, sea más fácil. Pero antes, con el colegio masculino, mi hija por ejemplo, a partir de los 9-10 años, no es escenario para que ella esté. No está organizado, este colegio no está dispuesto como otros para que una familia viva. La presencia física, sobre todo en las horas de la noche, es mucho menor a la de antes.


¿Qué más personas han vivido en el colegio que no sean colegiales? Me hablabas de los anteriores directores, no sé si ha habido algún caso más, de personal o lo que sea.

Sí, al principio el personal era interno, todo. De hecho, una vez que uno conoce el edificio, ve que hay unas zonas en el sótano, al lado de la conserjería, que ahora ya no es como era antes, cuando eran seis habitaciones pequeñitas con un baño. Ahí vivía el personal masculino, y en la famosa Casita [un pequeño edificio de dos plantas dentro del recinto del colegio mayor] el personal femenino. Eran seis habitaciones por un lado, y no sé si doce o catorce en la casita. Todo el personal tenía su habitación aquí.

Recuerdo que cuando llegamos aquí, una de las cosas que se hablaba, pues en los primeros años se mantuvo mucho personal interno, era que aquí vivían los curas y las chicas. Los curas tutelaban un poco a las chicas, hay que tener en cuenta que en aquellos años casi todas eran muy jovencitas. Vivían como en una especie de tutela, en fin, era una cosa muy antigua: el ritmo de vida que tenían, si salían, si no salían… también estaba tutelado por los marianistas.

Eso duró bastante tiempo, durante todos los primeros años de estar yo aquí vivía el personal interno. Cada vez que ellas iban casándose… hablo de las chicas, porque los chicos se mantuvieron menos, cuando yo llegué me parece que ya había solo dos chicos  internos, que en cuanto pudieron dejaron de serlo. Pero claro: dejar de ser interno tenía un problema económico y eso no se producía tan fácilmente, de hecho hasta hace muy poco tiempo quedaba una chica.


Sí, es cierto, meses.

Poquito a poco eso se fue liberando por propio deseo, porque era un poco enferma aquella relación [suspira]. Al principio, bien, pero eso no dejaba de ser como un campamento de verano, y un campamento de verano no puede durar años y años porque aquello es tóxico, tenía sus problemas.

Los religiosos que vivían aquí lo hacían en habitaciones, algunas de las cuales quedan, dobles. Aunque ahora todas las habitaciones dobles tienen una estructura que hemos generado de que tú puedas entrar independientemente en tu habitación, con un baño a compartir entre dos, entonces había  una salita a la que tú entrabas, con un dormitorio que había al lado y un baño, al que se accedía desde ese dormitorio. De esas habitaciones había varias en el colegio, por lo menos una en cada planta, y ahí es donde vivía la dirección y algunos religiosos.


¿Cuáles son las reformas más importantes que ha habido en el colegio en todos los años que llevas de director?

La más importante es la gran obra de reforma que hacemos alrededor del año 2000. Se hace por la necesidad que, primero, tenía el propio edificio, pero también impuesta un poco por la normativa contra incendios vigente, que nos obligaba a proteger toda la estructura metálica, enorme en el edificio. Esto nos obligaba a tener que tirar todos los falsos techos del colegio, y como ya sabíamos que fontanería y electricidad necesitaban una reforma integral, eso nos llevó a decir que había llegado el momento e íbamos a hacer una reforma gorda que mejorara todas las habitaciones, y había que ver si nos planteábamos o no, y nos lo planteamos, meter baño a las habitaciones que no lo tenían. Esto supuso al final una obra enorme en el colegio, que ha dado lugar básicamente a lo que el colegio es en la actualidad. Previamente habíamos hecho pequeñas reformas de aprovechamiento de espacio.


No sé si los colegiales tuvieron algún peso en este proceso… Para las obras incluso, si también hubo una comisión de obras o algo así.

Pues mira, sí. Recuerdo que sí que hubo unos colegiales a los que nosotros se lo planteamos en algún momento proceso, e hicieron unos planos, en dos momentos. Uno fue cuando el sótano de la iglesia estaba totalmente diáfano y vacío, y así estuvo muchos años. Llegó un momento en que nos planteamos reformar ese espacio y aprovecharlo. Ahí fueron los colegiales los que nos hicieron el planito de distribución de espacios, y básicamente es como está ahora, con pequeños cambios pero con esa estructura, con una zona central. Ahí, en esa zona central, antes estuvo un pequeño oratorio que el colegio tenía en lo que actualmente es… No sé cómo lo llaman los colegiales, la zona esta de la planta cinco…


Ah, sí, el Barrio.

El barrio, exactamente. La zona del barrio era donde supuestamente, en este pabellón, vivían los religiosos, y tenían una capilla en la primera planta. Ese era un espacio que cuando nosotros llegamos estaba utilizado de almacén, no de iglesia, y decidimos que había que mejorar eso y hacer habitaciones. Pero claro, ese oratorio no nos lo íbamos a cargar. ¿Dónde lo metíamos? En el sótano de la iglesia. Ahí, en lo que actualmente es la biblioteca, estaba el oratorio, y es estudio lo hicieron los colegiales. También los colegiales nos hicieron unos planos para una última reforma que hicimos de la zona donde ahora están las salas de estar, el billar y tal. En la gran reforma no.


Uno de los grandes cambios que ha habido en el Chaminade es el paso de colegio masculino a mixto. ¿Cómo fue ese proceso?

Ese es un proceso interesante, porque ahí pasaban cosas [risas]. Cuando yo llego al colegio, estoy hablando del año 77, en ese proceso cogestionario, hay un grupo de colegiales que escribe un documento que se aprueba en asamblea y que tenía varios objetivos: el no a las novatadas, el colegio mixto y el tema de organización de la asamblea. Ahí sale ya el tema del colegio mixto, fruto de ese proceso en el que entonces estaban los estudiantes de libertad.

¿Por qué no es mixto el colegio? El colegio no es mixto porque no era posible en aquella época. Los colegios de estudiantes universitarios o eran masculinos o eran femeninos; para ser mixtos, no podías ser un colegio mayor adscrito a la Complutense. Poco después se permitió, pero en aquel momento no. Resulta que ellos entendían que eso era fruto del miedo ancestral al sexo, la represión de la sociedad en la que se vivía, y por lo tanto había que pelear por que los colegios fueran mixtos, este en particular. Era un tema de tipo ideológico y de planteamiento del deber ser, como yo digo tantas veces: ¿cómo debe ser esto?: eso debe ser así. Todo el mundo estaba de acuerdo, se votó y se aprobó.
En esos primeros años, los colegiales se estaban planteando que el colegio fuera mixto. En el momento en que se empezó a permitir que los colegios lo fueran, se dio la circunstancia de que, si no recuerdo mal, es el primer colegio que lo plantea, de los que no lo eran antes… Por ejemplo, la Casa do Brasil fue mixta desde el principio, pero claro, la Casa do Brasil tenía una estructura distinta. ¿Por qué la Casa do Brasil es mixta y a nosotros nos dicen que no puede ser? Pero bueno, tampoco la cosa se planteaba como para ir allí al rectorado a pedir explicaciones, porque ni siquiera estaba puesto encima de la mesa el deseo de ser mixto, pero estaba todo ese tema por ahí dando vueltas.

Los colegiales querían que el colegio fuera mixto y en un momento dado nosotros, que nos parecía bien, planteamos al patronato del colegio esta petición de los colegiales, y al patronato le pareció bien también, y se lo planteó a los marianistas, y los marianistas dijeron que no. Ya bastante tenía el colegio con todos los temas de la libertad política, ideológica y tal, como para meterse ellos a protagonizar el tema. Que no. Se paró y los colegiales lo dieron por bueno, porque lo que querían de alguna manera yo creo que era ver dónde estaban los límites y forzar a que cada uno se retratara. Ya nos habíamos retratado nosotros, se había retratado el patronato, los marianistas habían dicho que no, y los colegiales de alguna forma asumieron que era normal esa respuesta.

Empezaron a hacerse colegios mixtos, empezó a ser posible, y entonces los colegiales recularon un poco. Las generaciones iban cambiando, y ese planteamiento tan ideológico de finales de los setenta y principios de los ochenta, con la llegada y consolidación de la democracia, empezó a pasar de ser ideológico a de intereses: qué nos interesa y qué no. «¿El colegio puede ser mixto?» Sí, puede ser mixto. «¿Nos interesa?» Y había mucha gente a la que no le interesaba. Ya bastante mixto era el colegio, como decían ellos, aentraban las chicas, y además era mejor, porque si iba a ser mixto no iban a salir del colegio nunca, porque se movían de un colegio a otro… Todo este tipo de argumentario, pero se mantenía también el tema ideológico.  De vez en cuando se votaba eso: a veces salía que sí, y a veces salía que no, pero estaba ese impulso hacia el colegio mixto detrás del colegio.

Los marianistas, fruto de una crisis que tienen de personal, cuando además nosotros les pedimos dinero para hacer la obra, el colegio lo tenían un poco olvidado. Cuando les pedimos dinero dijeron: «¡Anda, el Chami!». Ellos estaban en un proceso de reconversión; de hecho, una cosa que hicieron es crear una fundación canónica desde la cual dirigir todos sus colegios. En esa fundación estarían los religiosos marianistas, y empezaron a nombrar directores seglares en los colegios.

En esas estaban cuando aparecimos nosotros con este tema, y decidieron desprenderse del colegio, buscando a un acuerdo a ver con quién para que se hiciera cargo de él, alguien próximo a ellos. En ese proceso, curiosamente los marianistas, que el problema se les había presentado cuando les pedimos dinero para hacer esto, luego fueron quienes nos lo prestaron. Una vez se crea la fundación [Universitaria Guillermo José Chaminade] para hacerse cargo del colegio, nos lo prestaron para hacer la obra, pero ya no dependía el colegio de ellos. Había un patronato, no había que pedir permiso a los marianistas para hacerlo mixto, y ese nuevo patronato una de las primeras cosas que se planteó fue hacerlo mixto.

Ahí tuvimos una pequeña crisis: ¿Esto se iba a votar o no? Es la única vez que recuerdo que hemos hecho un planteamiento en el colegio de que se iba a hacer porque se debía hacer. Es la institución la que asumía la responsabilidad de hacerlo, y no íbamos a entrar en el mamoneo de a ver qué opinan los colegiales, porque es jugar con ellos. Es una decisión que íbamos a tomar, teníamos una tradición en la historia del colegio que avalaba ese deseo. Eventualmente había gente que no había querido, siempre eran minoritarios, pero no íbamos a hacer la farsa de someterlo a votación porque era engañarles. Si nosotros sometemos algo a votación, o entendemos que hay que votarlo, es porque estamos dispuestos a aceptar el resultado. Pero claro, aquí no íbamos a aceptar un resultado negativo. Pusimos toda la carne en el asador, explicando por qué, y lo hicimos mixto.


Entonces, en términos jurídicos, ¿cómo queda ahora el colegio? Decías que los marianistas se desentendieron. ¿Cómo está el Chaminade?

Esta es una fundación privada, que depende de la Comunidad de Madrid, con sus estatutos aprobados por ella, de carácter benéfico-docente, lo que quiere decir que los beneficios que pueda tener la institución tiene que revertirlos necesariamente en la propia institución, con obras, actividades, becas… No puede haber beneficios que salgan de la fundación. Dependemos, por un lado, del rectorado en cuanto a que somos un colegio adscrito a la Universidad Complutense, y eso implica unas obligaciones… que el rectorado no ejerce habitualmente, o las ejerce poco. Luego tenemos unas obligaciones de cumplimentación de datos económicos y tal con la Comunidad de Madrid.


En cuanto a relaciones personales, supongo que lo largo de tantos años habrá habido muchas. ¿Sigues manteniendo contacto con gente de muy antaño, con colegiales?

Sí mira. El otro día nos reuníamos Juan, Sergio y yo para hablar del libro que estamos preparando para el 50 aniversario, y nosotros queremos escribir algo. Vamos a intentar escribir algo conjuntamente. Una de las cosas de las que hablábamos era de nuestros inicios en el colegio y de dónde colocamos nuestra vinculación emocional más grande con el mismo. Yo tengo periodos en mi vida en el colegio con los que tengo mucha vinculación emocional, qué duda cabe, pero el más fuerte fue el primero, que es de cuando yo tengo muchos amigos. De aquella primera época mantengo relaciones personales bastante potentes con algunos, de amistad y también de matrimonios, que son amigos también de mujer. Hay tres o cuatro parejas que provienen de aquella época que son amigos, con los cuales he viajado al extranjero.

Pero luego, también, durante determinadas épocas, me ha ocurrido una cosa, que es una de las que más me sorprende y satisface al mismo tiempo. Es que, por ejemplo, el próximo sábado se va a celebrar aquí una comida con un grupo de colegiales, sus mujeres y sus hijos en algún caso, que vienen reuniéndose desde hace muchos años el último sábado de noviembre. Viene gente de fuera de Madrid y se reúne un grupo bastante numeroso. Es una comida a la que me vienen invitando desde hace mucho, y a la que yo voy. Ahí se van creando relaciones curiosas con gente de ese grupo, que yo no tenía mucha relación con ellos cuando estaban aquí, pero cuando te empiezas a relacionar con ellos ya pasado el tiempo, hay unos vínculos potentísimos que yo noto que tienen entre ellos y hacia mí, que me sorprenden.

He tenido dos experiencias recientemente en esa línea, y estoy hablando de gente que puede tener en estos momentos cuarenta y tantos años, que no es como los amigos míos que te digo, que ya tienen cincuenta y tantos. Esto es otra generación. Y es una generación que vivió muchos años, que estuvieron en el colegio cinco, seis, siete, ocho años. En algunos casos, cuando se reúnen los amigos recorren periodos muy amplios de tiempo; a lo mejor hay gente que tiene cuarenta años y otra que tiene cincuenta, pero unos con otros coincidieron y generan un grupo muy amplio. A algunos de ellos, o de esa edad, por circunstancias de la vida, me los he encontrado, ha coincidido en un viaje que de pronto los he visto. He percibido por su parte un cariño entrañable. Yo pienso en ellos y sé perfectamente quiénes son, me acuerdo de ellos, sé que estuve con ellos en muchas circunstancias porque, al estar más tiempo en el colegio, era más fácil que eso se produjera, pero no como para que tengan esta especie de… no sé cómo llamarlo… de reconocimiento, de aprecio.

Estoy pensando en uno ahora en Alicante que nos hemos encontrado, desde hace un par de veranos, fruto de unas casualidades, que nos han invitado a su casa, nos llaman continuamente, nos invitan a cenar, nos preguntan cuándo vamos a ir por allí, nos dicen que vayamos al barco… A mi mujer casi no la conocían, y ahora es como si fuera su madre. ¿Qué represento yo? Claro, pienso que muchas veces ha habido gente que ha venido con 18 años y se ha ido con 24, que tienen un recuerdo del colegio como un sitio muy memorable, y lo vinculan a mí.

Hice un viaje a Colombia hace dos años, porque mi mujer es de Barranquilla, y yo tenía un excolegial allí que conocía bastante. Le llamé y de pronto se presentó en el colegio, porque había coincidido que hacía un viaje a España. En Barranquilla no es que me atendiera: no me dejó pagar hoteles… me decía que los colombianos dicen mucho «ustedes los españoles no se dejan consentir». «Déjate consentir», me decía, y dejarme consentir era dejarme querer. Me contó que había estado tres años en Nueva York y sus colegas eran unos pesados que no dejaban de ir porque era estupendo, y desde que estaba en Colombia no le iba nadie a ver, era yo el primero. Estaba volcado… he recibido mucho de eso.


Llevas casi cuatro décadas en el cargo y te jubilas dentro de unos meses, ¿qué balance haces de todo este tiempo?

Es una cosa tremenda. Como decía, cuando llegué aquí pensaba que duraría tres años, pero luego me empecé a dar cuenta de que yo no era cura. Cuando llegas aquí te desprofesionalizas. Yo ya me había desprofesionalizado porque soy físico y estaba trabajando en un centro de cálculo con temas de informática. Cuando decido dejarlo y dedicarme a la enseñanza [Tacho fue profesor de bachillerato nocturno durante un tiempo] ya es un paso, y cuando vengo aquí… esto tiene relación con la enseñanza, pero una de las cosas que se me pidió era dedicación exclusiva. Ahora quizá no haría tanta falta, pero entonces sí. La dedicación exclusiva a esto lo es a nada en concreto, y por eso me desprofesionalizo.

Según pasaba el tiempo pensaba: «yo ya solo sirvo… no sé, para ser carcelero» [risas]. ¿Qué profesión es esta? No es ninguna. Los pocos directores que había como yo en este colegio tendían a durar hasta que les echaran, he sido el que más ha durado. Cuando he querido darme cuenta, me he pasado toda la vida aquí. Es una situación un poco rara he tenido una cierta ansiedad de dedicarme a algo más concreto. Cuando mis amigos me preguntaban a qué me dedicaba, no sabía responderles, pero también me envidiaban, les parecía que lo que hacía en este sitio era fantástico, y es verdad.

He disfrutado mucho de estar con gente joven, me he nutrido mucho. Muchas veces pienso que he sido un impostor, que estado pasando por aquí, dejando que las cosas ocurrieran y ya está. Cuando lo he percibido más claramente, me he dado cuenta de que es lo que había que hacer: dejar que las cosas pasaran. He aprendido el valor de la confianza y que, en un entorno como este, así como dicen que en la vida privada hay que aprender a decir que no, y es verdad (porque estás sujetos a muchos chantajes emocionales del hermano, la novia, la mujer, los hijos…), en la vida pública, cuando tú tienes una función, y esto de alguna forma lo es, hay que aprender a decir que sí. Ese tema psicológico de los chantajes emocionales y el decir que no, aquí no existe. Diciendo que sí, responsabilizándote de lo que conlleva, muchas veces parece que no haces nada.

Esto lo aprendí en los primeros años. Cuando veo que los colegiales están pidiendo cosas y que yo podría decir que no, sería por tres cosas. Porque «no se debe permitir» en base a algún tipo de valor universal, como hicimos con el colegio mixto, pero eso lo haces una vez en cuarenta años. Alrededor de mí veo que mis compañeros están todo el día con la palabra «intolerable» en su boca. ¿Intolerable? ¿Por qué es intolerable? Será que ellos no lo podían tolerar, porque tienen miedo… Esa moto no me la vendas a mí, ni se la vendas a la gente joven porque no te la va comprar. En segundo lugar, también se puede decir que no porque no se pudiera asumir algo, pero había que decirlo claramente a los colegiales: no es que sea intolerable, es que yo no puedo asumirlo porque estoy acojonado. Si eso lo dices honradamente, los colegiales también te lo aceptan porque lo entienden. Pero eso lo puedes hacer solo una vez de vez en cuanto, porque si los colegiales ven que estás todo el día acojonado, pues pedirán que venga otro. Y en tercer lugar, puedes decir que no porque no quieres, con perdón de que esté grabado porque no te sale de los cojones.


No, no, dilo.

Puedes decir que no porque te están tocando las narices y ya estás harto. Si lo haces pocas veces, también los colegiales te lo aceptan, porque saben que te están tocando las narices y que han llegado al tope [risas].

Pero la conclusión es que hay que decir que sí casi siempre, porque no hay un argumento fuerte para decir que no a nivel de valores, porque no vas a estar todo el día asustado… y si un día te tocan las narices, dices «¡Basta ya!» y te lo aceptan.

He aprendido que, en un sitio como este, hay que aprender a decir que sí, asumir la responsabilidad de lo que conlleva eso y la gestión del sí, problemas que surgen… Eso es una cosa fácil, o hay gente para la que no. También he aprendido el valor de la confianza, porque como José Antonio Romeo confió tanto en mí, de una forma tan ciega, era mi modelo para los colegiales. Igual que yo intentaba hacerme digno de la confianza depositada sobre mí, la mayoría de la gente joven, si te fías de ellos, intentaban cumplir las expectativas. He aprendido como eso opera positivamente, y eso es lo que me llevo, todo ese bagaje de hacer las cosas de una determinada manera que creo que ha funcionado bien.

martes, 8 de diciembre de 2015

Lecturas - especial debate electoral 7D

Lo mejor que he visto y leído sobre el debate electoral de ayer en Atresmedia:









viernes, 4 de diciembre de 2015

Lecturas para el fin de semana (49/2015)

Ya queda menos para acabar el año. En la semana 49 me ha gustado mucho leer esto:



  • «Si Conan Doyle hubiese tenido Google Maps». Miguel A. Delgado en El Español. Ediciones de mapas literarios de los clásicos plantean el papel que juega la nueva geografía digital entre los escritores actuales.




  • «Joder, joder, joder». Manuel Jabois en El País. La crónica más irónica sobre el encuentro entre Bertín Osborne y Mariano Rajoy.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Encuestas electorales: preguntas y respuestas

Agregador de encuestas para las elecciones generales del 20D (Wikipedia)


No tiene por qué ser una percepción objetiva, pero las encuestas electorales parecen haber cobrado importancia desde las pasadas elecciones europeas del 25 de mayo de 2014. Puede que la tendencia viniera de antes, de una repolitización de la sociedad española como consecuencia de las crisis, o que en el proceso hayan intervenido otros factores (me gustaría destacar el surgimiento de colectivos como Politikon o las páginas web agrupadas en Electohub), pero parece incuestionable que la realidad política española está hoy ávida de encuestas.

La concurrencia de elecciones generales, municipales y autonómicas (en 15 de las 17 regiones) en 2015 hace que los partidos y los medios quieran prever cuál será el mapa política resultante, y el surgimiento de nuevos partidos políticos destinados a marcar la transformación del escenario electoral introduce elementos de incertidumbre en los futuros resultados.

Es por eso que, a lo largo de este artículo, pretendo hacer un repaso a algunos de los interrogantes que como ciudadanos nos surgen ante los sondeos electorales, y dar respuestas para conocer mejor la metodología, función y características de estas encuestas.



¿En qué consiste una encuesta?

Para el Centro de Investigaciones Sociológicas, la encuesta «es una técnica de recogida de datos mediante la aplicación de un cuestionario a una muestra de individuos. A través de las encuestas se pueden conocer las opiniones, las actitudes y los comportamientos de los ciudadanos. En una encuesta se realizan una serie de preguntas sobre uno o varios temas a una muestra de personas seleccionadas siguiendo una serie de reglas científicas que hacen que esa muestra sea, en su conjunto, representativa de la población general de la que procede».



¿Cómo se realiza una encuesta electoral?

Juan Tohaira, presidente de Metroscopia, hablaba en 2013 de un oficio que, «más que una ciencia, es casi artesanía, un arte de estimación en el que juega tanto tu conocimiento, como tu interpretación y tu experiencia». Yo añadiría que, por supuesto, el método. Todas las cuestiones metodológicas suelen estar incluidas en la ficha técnica, que debería recoger, al menos, la siguiente información: ámbito, tamaño de la muestra, fecha del trabajo de campo, error muestral y método. Este último puede ser telefónico (el que utilizan la mayoría de las empresas demoscópicas), presencial (CIS) o digital (MyWord).

Respecto a los errores, pueden ser muestrales y no muestrales:
  • Error muestral. Es el error estadístico que se produce por la generalización hacia la población de datos obtenidos por un conjunto limitado de observaciones. Es un error conocido, «modelizado» por la teoría y, hasta cierto punto, controlado. Cuanto mayor sea la muestra, mayor es nuestro nivel de confianza y menor es el margen de error.
  • Error no muestral. Son todos los errores de medición que se producen por las inevitables imperfecciones del instrumento de medición. Sus fuentes más importantes se relacionan con el modo de recogida de datos y el cuestionario.



¿Podemos saber si una encuesta es fiable?
Las encuestas siempre tienen problemas que dificultan una buena estimación electoral: la representatividad de la muestra, la participación declarada, los indecisos, el voto oculto, los renuentes...
A partir de ahí, las encuestas pueden evaluarse por tres parámetros: metodología (muestra, número de encuestas, tipología, cuestionario....), resultados (en comparación con los electorales) y transparencia. En transparencia habría tres niveles de publicidad:
  1. Diseño técnico, tasa de respuesta, frecuencias.
  2. Métodos de estimación.
  3. Microdatos.
Son significativos los esfuerzos de transparencia realizados por GESOP o el CIS, que publican sus microdatos (datos y tabulaciones).



¿Por qué hay tantas diferencias entre las encuestas, aunque se publiquen a la vez?

Las claves son el cuestionario y la «cocina», de la que hablaré más adelante. Las respuestas pueden variar mucho según la encuesta sea telefónica, presencial o digital, si las categorías son cualitativas o cuantitativas, el orden de las preguntas, el contenido denotativo, etc.

También podemos señalar otros factores: por ejemplo, si la muestra es realmente representativa de la sociedad; en caso contrario, pueden darse determinados sesgos. El momento en que se realiza la recogida de datos también influye, pues suele apreciarse que determinados hechos pueden catapultar el respaldo público de un partido, aunque luego vuelva a sus cifras habituales.



¿Qué es la «cocina»?

Es un ajuste realizado a los datos brutos, a las respuestas de los encuestados. ¿Por qué es necesario ajustar esa información? Pablo Simón y Kiko Llaneras lo aclaraban en un artículo en Jot Down: «la gente miente, cambia de opinión, se autoengaña o, de manera deliberada, oculta su preferencia ante el encuestador». Aún así, incluso esas dinámicas siguen pautas regulares (por ejemplo, la del «carro/caballo ganador», por la que mucha gente declara que va a votar al partido que encabeza los sondeos). Tras «cocinar» los datos se obtienen estimaciones de voto mejores que la intención directamente declarada, como se demostró, por poner un ejemplo, en las elecciones andaluzas.

En suma, la «cocina» no solo es buena sino necesaria. Caso diferente sería si el método de ajuste empleado, la «receta» concreta, nos parece más o menos solvente. Las sospechas pueden estar justificadas: ninguna empresa española cumple el nivel 2 de publicidad, el de publicar sus métodos de estimación.



¿Qué es la IDV?

La intención directa de voto es la respuesta espontánea de los entrevistados al preguntarles por el posible sentido de su voto en unas inminentes elecciones. Como señala Alberto Penadés en este artículo, la pregunta suele obtener un gran número de no respuestas (a veces llamados indecisos), un número generalmente bajo de abstencionistas (a la gente no le gusta reconocer que no tiene intención de votar), un número algo elevado de votos en blanco y, quizá, votos ocultos en cualquiera de las anteriores. Si somos conscientes de sus limitaciones, la IDV nos servirá para comparar unas encuestas con otras y detectar tendencias.



¿Y el recuerdo de voto?

Es lo que, según el propio entrevistado, votó en las anteriores elecciones. Sirve para detectar sesos en la muestra que puedan ser corregidos por deberse a errores subsanables. En la práctica, recoge también los cambios de actitud, y su interpretación es muy controvertida. Se podrían contemplar tres escenarios:
  1. Que el porcentaje de personas que recuerdan haber votado a un partido político coincida con lo que realmente sucedió.
  2. Que el porcentaje de entrevistados que recuerdan haberle votado supere al número de personas que realmente le votaron.
  3. Que el porcentaje de personas que recuerda haber apoyado a un partido sea inferior al número real de apoyos que tuvo en el pasado.
De estos tres escenarios podrían extraerse tres conclusiones, correspondientemente:
  1. El partido parece gozar de una situación estable con sus votantes.
  2. El partido está sobrerrepresentado, es muy popular en este momento y mucha gente se sube al «caballo ganador». La clave es si todos ellos continuarán apoyando a ese partido cuando se celebren elecciones.
  3. El partido está infrarrepresentado, lo cual suele interpretarse de dos formas. Puede ser que sus votantes se avergüencen y lo oculten, pero es probable que vuelvan a hacerlo en el futuro; o bien sus votantes están cabreados y se arrepienten tanto de haberle votado que lo ocultan, y seguramente no volverán a votarle en el futuro. Como nota, la encuesta del CIS de julio daba un recuerdo de voto al PP del 24.4 %, cuando en 2011 tuvo un 30.4 % de los sufragios respecto al censo.



¿Cómo se pasa de la IDV a la estimación final?
La respuesta más sencilla es que, en España no lo sabemos, pues como ya he dicho ninguna empresa de estudios sociológicos publica sus métodos de estimación.

No obstante, aunque no conozcamos el procedimiento concreto, sí sabemos el proceso. Para ello, siguiendo de nuevo el artículo «Esperando al CIS» de Alberto Penadés, hay que manejar cinco conceptos: IDV, simpatía partidista («voto más simpatía» para el CIS), participación, recuerdo de voto e intención de voto. Algunos conceptos ya los he ido explicando.

Explicados ya la IDV y el recuerdo de voto, la simpatía partidista sirve para asignar el voto más probable a los indecisos o quienes se ocultan en el voto en blanco o la abstención. Se suele mostrar ya sumado a la intención de voto, constituyendo «voto más simpatía». La participación declarada suele ser más alta que la real, por lo que un cuestionario exhaustivo suele servir para detectar a los que, llegadas unas elecciones, se abstendrán aunque no lo reconozcan. En último lugar está la intención de voto, que es la proyección del voto futuro a partir de la encuesta, una elaboración realizada por los analistas a partir de los elementos anteriores (y otros).

De todos estos datos a menudo solo se publica la «estimación» (en realidad todos lo datos lo son) o proyección del resultado; las encuestas serias también publican, al menos, la IDV. Un dato suelto nos sirve de muy poco: lo útil es una serie de datos comparables, en el tiempo o entre grupos sociales (por edad, ideología, renta...).



¿Nos sirve una encuesta para predecir el futuro?

Lo que mejor hace una encuesta de opinión pública es seguir las tendencias a través de series temporales. Los barómetros nos permiten comparar grandes grupos y apreciar cuándo hay diferencias estadísticamente significativas. Además sirven para estimar datos; es lo que más les pedimos, pero es lo que peor hacen.

La intención de voto que nos muestra una encuesta no deja de ser la respuesta a una pregunta del tipo «si mañana/la semana que viene se celebraran elecciones...», cuando en ningún caso es así (de hecho, en España está prohibido publicar encuestas en los días previos a las elecciones). Por tanto, una encuesta puede ser una fotografía mejor o peor del presente, pero las variables son tantas que, tomada tal cual, se puede quedar pronto obsoleta. Eso sí, los sondeos pueden servir para mostrar tendencias de voto y como instrumento de análisis para partidos, medios de comunicación, academia y ciudadanos, gracias a la numerosa información complementaria que ofrecen.