lunes, 30 de noviembre de 2015

Encuestas electorales: preguntas y respuestas

Agregador de encuestas para las elecciones generales del 20D (Wikipedia)


No tiene por qué ser una percepción objetiva, pero las encuestas electorales parecen haber cobrado importancia desde las pasadas elecciones europeas del 25 de mayo de 2014. Puede que la tendencia viniera de antes, de una repolitización de la sociedad española como consecuencia de las crisis, o que en el proceso hayan intervenido otros factores (me gustaría destacar el surgimiento de colectivos como Politikon o las páginas web agrupadas en Electohub), pero parece incuestionable que la realidad política española está hoy ávida de encuestas.

La concurrencia de elecciones generales, municipales y autonómicas (en 15 de las 17 regiones) en 2015 hace que los partidos y los medios quieran prever cuál será el mapa política resultante, y el surgimiento de nuevos partidos políticos destinados a marcar la transformación del escenario electoral introduce elementos de incertidumbre en los futuros resultados.

Es por eso que, a lo largo de este artículo, pretendo hacer un repaso a algunos de los interrogantes que como ciudadanos nos surgen ante los sondeos electorales, y dar respuestas para conocer mejor la metodología, función y características de estas encuestas.



¿En qué consiste una encuesta?

Para el Centro de Investigaciones Sociológicas, la encuesta «es una técnica de recogida de datos mediante la aplicación de un cuestionario a una muestra de individuos. A través de las encuestas se pueden conocer las opiniones, las actitudes y los comportamientos de los ciudadanos. En una encuesta se realizan una serie de preguntas sobre uno o varios temas a una muestra de personas seleccionadas siguiendo una serie de reglas científicas que hacen que esa muestra sea, en su conjunto, representativa de la población general de la que procede».



¿Cómo se realiza una encuesta electoral?

Juan Tohaira, presidente de Metroscopia, hablaba en 2013 de un oficio que, «más que una ciencia, es casi artesanía, un arte de estimación en el que juega tanto tu conocimiento, como tu interpretación y tu experiencia». Yo añadiría que, por supuesto, el método. Todas las cuestiones metodológicas suelen estar incluidas en la ficha técnica, que debería recoger, al menos, la siguiente información: ámbito, tamaño de la muestra, fecha del trabajo de campo, error muestral y método. Este último puede ser telefónico (el que utilizan la mayoría de las empresas demoscópicas), presencial (CIS) o digital (MyWord).

Respecto a los errores, pueden ser muestrales y no muestrales:
  • Error muestral. Es el error estadístico que se produce por la generalización hacia la población de datos obtenidos por un conjunto limitado de observaciones. Es un error conocido, «modelizado» por la teoría y, hasta cierto punto, controlado. Cuanto mayor sea la muestra, mayor es nuestro nivel de confianza y menor es el margen de error.
  • Error no muestral. Son todos los errores de medición que se producen por las inevitables imperfecciones del instrumento de medición. Sus fuentes más importantes se relacionan con el modo de recogida de datos y el cuestionario.



¿Podemos saber si una encuesta es fiable?
Las encuestas siempre tienen problemas que dificultan una buena estimación electoral: la representatividad de la muestra, la participación declarada, los indecisos, el voto oculto, los renuentes...
A partir de ahí, las encuestas pueden evaluarse por tres parámetros: metodología (muestra, número de encuestas, tipología, cuestionario....), resultados (en comparación con los electorales) y transparencia. En transparencia habría tres niveles de publicidad:
  1. Diseño técnico, tasa de respuesta, frecuencias.
  2. Métodos de estimación.
  3. Microdatos.
Son significativos los esfuerzos de transparencia realizados por GESOP o el CIS, que publican sus microdatos (datos y tabulaciones).



¿Por qué hay tantas diferencias entre las encuestas, aunque se publiquen a la vez?

Las claves son el cuestionario y la «cocina», de la que hablaré más adelante. Las respuestas pueden variar mucho según la encuesta sea telefónica, presencial o digital, si las categorías son cualitativas o cuantitativas, el orden de las preguntas, el contenido denotativo, etc.

También podemos señalar otros factores: por ejemplo, si la muestra es realmente representativa de la sociedad; en caso contrario, pueden darse determinados sesgos. El momento en que se realiza la recogida de datos también influye, pues suele apreciarse que determinados hechos pueden catapultar el respaldo público de un partido, aunque luego vuelva a sus cifras habituales.



¿Qué es la «cocina»?

Es un ajuste realizado a los datos brutos, a las respuestas de los encuestados. ¿Por qué es necesario ajustar esa información? Pablo Simón y Kiko Llaneras lo aclaraban en un artículo en Jot Down: «la gente miente, cambia de opinión, se autoengaña o, de manera deliberada, oculta su preferencia ante el encuestador». Aún así, incluso esas dinámicas siguen pautas regulares (por ejemplo, la del «carro/caballo ganador», por la que mucha gente declara que va a votar al partido que encabeza los sondeos). Tras «cocinar» los datos se obtienen estimaciones de voto mejores que la intención directamente declarada, como se demostró, por poner un ejemplo, en las elecciones andaluzas.

En suma, la «cocina» no solo es buena sino necesaria. Caso diferente sería si el método de ajuste empleado, la «receta» concreta, nos parece más o menos solvente. Las sospechas pueden estar justificadas: ninguna empresa española cumple el nivel 2 de publicidad, el de publicar sus métodos de estimación.



¿Qué es la IDV?

La intención directa de voto es la respuesta espontánea de los entrevistados al preguntarles por el posible sentido de su voto en unas inminentes elecciones. Como señala Alberto Penadés en este artículo, la pregunta suele obtener un gran número de no respuestas (a veces llamados indecisos), un número generalmente bajo de abstencionistas (a la gente no le gusta reconocer que no tiene intención de votar), un número algo elevado de votos en blanco y, quizá, votos ocultos en cualquiera de las anteriores. Si somos conscientes de sus limitaciones, la IDV nos servirá para comparar unas encuestas con otras y detectar tendencias.



¿Y el recuerdo de voto?

Es lo que, según el propio entrevistado, votó en las anteriores elecciones. Sirve para detectar sesos en la muestra que puedan ser corregidos por deberse a errores subsanables. En la práctica, recoge también los cambios de actitud, y su interpretación es muy controvertida. Se podrían contemplar tres escenarios:
  1. Que el porcentaje de personas que recuerdan haber votado a un partido político coincida con lo que realmente sucedió.
  2. Que el porcentaje de entrevistados que recuerdan haberle votado supere al número de personas que realmente le votaron.
  3. Que el porcentaje de personas que recuerda haber apoyado a un partido sea inferior al número real de apoyos que tuvo en el pasado.
De estos tres escenarios podrían extraerse tres conclusiones, correspondientemente:
  1. El partido parece gozar de una situación estable con sus votantes.
  2. El partido está sobrerrepresentado, es muy popular en este momento y mucha gente se sube al «caballo ganador». La clave es si todos ellos continuarán apoyando a ese partido cuando se celebren elecciones.
  3. El partido está infrarrepresentado, lo cual suele interpretarse de dos formas. Puede ser que sus votantes se avergüencen y lo oculten, pero es probable que vuelvan a hacerlo en el futuro; o bien sus votantes están cabreados y se arrepienten tanto de haberle votado que lo ocultan, y seguramente no volverán a votarle en el futuro. Como nota, la encuesta del CIS de julio daba un recuerdo de voto al PP del 24.4 %, cuando en 2011 tuvo un 30.4 % de los sufragios respecto al censo.



¿Cómo se pasa de la IDV a la estimación final?
La respuesta más sencilla es que, en España no lo sabemos, pues como ya he dicho ninguna empresa de estudios sociológicos publica sus métodos de estimación.

No obstante, aunque no conozcamos el procedimiento concreto, sí sabemos el proceso. Para ello, siguiendo de nuevo el artículo «Esperando al CIS» de Alberto Penadés, hay que manejar cinco conceptos: IDV, simpatía partidista («voto más simpatía» para el CIS), participación, recuerdo de voto e intención de voto. Algunos conceptos ya los he ido explicando.

Explicados ya la IDV y el recuerdo de voto, la simpatía partidista sirve para asignar el voto más probable a los indecisos o quienes se ocultan en el voto en blanco o la abstención. Se suele mostrar ya sumado a la intención de voto, constituyendo «voto más simpatía». La participación declarada suele ser más alta que la real, por lo que un cuestionario exhaustivo suele servir para detectar a los que, llegadas unas elecciones, se abstendrán aunque no lo reconozcan. En último lugar está la intención de voto, que es la proyección del voto futuro a partir de la encuesta, una elaboración realizada por los analistas a partir de los elementos anteriores (y otros).

De todos estos datos a menudo solo se publica la «estimación» (en realidad todos lo datos lo son) o proyección del resultado; las encuestas serias también publican, al menos, la IDV. Un dato suelto nos sirve de muy poco: lo útil es una serie de datos comparables, en el tiempo o entre grupos sociales (por edad, ideología, renta...).



¿Nos sirve una encuesta para predecir el futuro?

Lo que mejor hace una encuesta de opinión pública es seguir las tendencias a través de series temporales. Los barómetros nos permiten comparar grandes grupos y apreciar cuándo hay diferencias estadísticamente significativas. Además sirven para estimar datos; es lo que más les pedimos, pero es lo que peor hacen.

La intención de voto que nos muestra una encuesta no deja de ser la respuesta a una pregunta del tipo «si mañana/la semana que viene se celebraran elecciones...», cuando en ningún caso es así (de hecho, en España está prohibido publicar encuestas en los días previos a las elecciones). Por tanto, una encuesta puede ser una fotografía mejor o peor del presente, pero las variables son tantas que, tomada tal cual, se puede quedar pronto obsoleta. Eso sí, los sondeos pueden servir para mostrar tendencias de voto y como instrumento de análisis para partidos, medios de comunicación, academia y ciudadanos, gracias a la numerosa información complementaria que ofrecen.